Desde el inicio masivo de contagios procedente de la ciudad china de Wuhan y la posterior disgregación del coronavirus las empresas encargadas en viajes se empezaron a resentir. En ese primer momento, diferentes países comenzaron a anular los vuelos que pretendían despegar desde territorio chino.
Al poco tiempo de que esto sucediera el Covid-19 ya había viajado creando situaciones de alarma en otros territorios fuera de China. Los primeros en registrar un gran crecimiento de casos fueron Corea del Sur, Irán e Italia. Por lo tanto, otros muchos países dispusieron nuevas medidas para intentar proteger a su población de posibles transmisiones. Estas disposiciones supusieron que estos estados quedaran practicamente aislados.
A medida que los contagios por coronavirus fueron aumentando diariamente y esparciéndose por todo el mundo, hasta llegar a esta situación pandémica, las restricciones fueron aumentando.
Cuando el virus llega a infectar gran parte de los países de la Unión Europea, EEUU determina cancelar todos los vuelos que tengan como base cualquier región europea, tras lo cual empieza el cierre de fronteras de muchos países que utilizan el euro.
Con esta anulación intensiva de viajes contratados, especialmente aéreos, la industria aerocomercial se enfrentan a una situación horriblemente excepcional.